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El sexo puede sanarnos.

Nos advirtieron que el SEXO puede daƱar y enfermar, nadie nos dijo que el sexo puede sanarnos.
Al acariciar un cuerpo desnudo, estamos acariciando heridas que no vemos. Heridas por situaciones de violencia o desamor, complejos con el propio cuerpo, inseguridades, tristezas, silencios, miedos.
Podemos creer que somos la generaciĆ³n a la que el amor dejĆ³ de doler, o que hemos superado las estructuras de lo que llamamos amor romĆ”ntico. Podemos fundirnos en una gran orgĆ­a para demostrar que hemos dominado al deseo y a la sexualidad. Pero mientras no podamos poner todo lo que somos con sinceridad y entrega, estaremos experimentando las superficies del placer.
En los encuentros sexuales casuales debemos mostrarnos viriles, sabedores y despreocupados. El que muestra amor pierde, el que es cariƱoso y sensible estƔ traicionando una idea de la sexualidad que debe ser frƭvola, para que la otra persona no interprete que sentimos afecto.
ĀæEl que muestra amor traiciona algo implĆ­cito? ĀæEsta es la sexualidad libre que estamos construyendo?ā£
Cuando acariciamos con presencia, compasiĆ³n y respeto, podemos estar ayudando a que esa otra persona empiece a sanar. TambiĆ©n podemos encontrarnos con una persona que nos trate asĆ­ y nos queme todos los libros sobre la sexualidad aprendida.
Acaricia a esa persona como si estuvieras acariciando a todas las personas a las que pudiste lastimar en el pasado. De nada sirve darse con el lĆ”tigo de la culpa sino hacemos nada hoy para mejorar este mundo mezquino. Es el cuerpo de tu actual vĆ­nculo el territorio para ser mejor de lo que fuiste. Es el campo de acciĆ³n para poner tu mejor intento, sanar con tus manos una porciĆ³n de humanidad herida, dejarte sanar.
En vez de preguntar cĆ³mo estuviste, si le gustĆ³ o si tuvo un orgasmo, preguntemos:
ĀæCĆ³mo te sentiste?, contemos cĆ³mo nos sentimos. Demos espacio para no llevarnos heridas silenciosas, para pedir perdĆ³n, para recibirlo, para aprender, para abrazar al despedirse.
No se puede separar la sexualidad del ser humano Ć­ntegro que somos. Podemos jugar a hacerlo, podemos jugar a ser cuerpos que simplemente se frotan, genitales que se encastran para llegar a un breve orgasmo, pero no podemos tirar nuestras sensibilidades junto con nuestras ropas.
Que lo moderno no se trasforme en frĆ­volo, la sexualidad puede sanarnos como personas y como SOCIEDAD.
Existe el sexo sanador, medicinal, procreativo, sagrado y lĆŗdico. AĆŗn nos falta aprender sobre nuestra sexualidad.
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